Eduardo Mondaca, investigador del CESCH
El centro de Estudios Sociales de Chiloé (CESCH), realizó una interesante encuesta en el Archipiélago que devela una serie de datos que bien podrían orientar las políticas sociales, económicas, culturales y ambientales de este histórico territorio, pero que se enfrentan a autoridades con un “comportamiento centralista, no democrático y de una colonialidad interna que adquiere su máxima expresión a través de la imposición de un mega-puente que termina por evidenciar la negación de una amplia gama de necesidades ciudadanas”.
Por: Patricio Melillanca
Junio de 2015
En una conversación con el investigador del CESCH, Eduardo Mondaca, explica detalles de la encuesta “Chiloé y sus Prioridades”, donde se muestran también situaciones como es el gran porcentaje de personas que sienten que existe una identidad territorial chilota: “esa conciencia, memoria, historia y cultura propia que protege y da sentido es la que el habitante empieza, desde hace un tiempo, a reconocer como guarida, como su ethos, ya no en secreto, ya no solo de forma privada o familiar, ahora quiere ver su presencia en mallas curriculares”.
Sobre estos temas, sobre el puente de Chiloé calificado por Mondaca como un “monumento político populista” que terminará por postergar necesidades históricas de un archipiélago”; y sobre “el alto porcentaje de habitantes de Chiloé (65%) que se considera parte o descendiente del Pueblo Williche y que más del 70% está completamente de acuerdo con las demandas elevadas por sus comunidades.
Eduardo Mondaca M. es Chiloense, investigador del Centro de Estudios Sociales de Chiloé (CESCH), Doctor © en Ciencia Política por el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Postgrado en Ecología Política por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
La encuesta completa puede ser leída aquí:
– ¿Crees que el estudio realizado expresa que existe una identidad territorial chilota, un pueblo chilote?
– Si bien el propósito del estudio no era evidenciar la existencia de una identidad territorial “chiloense”, sino trasparentar las prioridades de los habitantes de este archipiélago, hay algunos resultados que manifiestan la existencia de un reconocimiento “otro” a nuestra identidad. La de una necesaria re-significación y reconstrucción identitaria. No es un dato menor que más de un 93% de los consultados reconozca la necesidad de profundizar en el estudio de la historia y cultura de Chiloé en todos los establecimientos educacionales del archipiélago. Recordemos que este es un territorio históricamente estigmatizado por el Estado y sociedad chilena en general. Sobre el recayó, y recae, un imaginario impuesto que por décadas y décadas ha instado a muchos de sus habitantes a llevar la cabeza gacha frente al foráneo.
Y es que Chiloé no es solo de magia, creencias y supersticiones. Es también, en muchas de sus dimensiones, una cultura y sociedad expuesta como antítesis del “desarrollo y progreso”. No olvidemos que hasta el gentilicio de “Chilote” es peyorativo y trata de retratar aquello. Gentilicio que los visitantes usaban asociándolo a pobreza y elementalidad de vida que explicaban como nacidas de la desidia o flojera. “Mientras más opuesto a la vida propiamente urbana, más chilote”, dictaría el imaginario oficial. “Patronímico rebajante”, decía el periódico castreño La Industria, en 1906, y sugería erradicar “ese ofensivo nombre”…”Dejemos la chilotada de una vez en el olvido”, señalaban. Hoy, después de más de 100 años, apoyo totalmente la moción.
Pero de donde viene toda esta imagen estereotipada y caricaturizada del chiloense. Viene, a mi parecer, desde la misma anexión de Chiloé a Chile en 1826. Lo que se anexa ahí es un territorio plagado de “enemigos”. Así es. No olvidemos que la contrarrevolución española fue posible en Chile porque la gobernación-intendencia de Chiloé se comprometió a ello. Fueron hijos de este territorio los que conformaron el primer batallón que combatió contra los revolucionarios de Chile, además de mantener un constante envío de contingente durante toda la guerra de independencia, constituyéndose como el principal centro de operaciones realistas al sur del virreinato. Era identificado como el “antemural del Pacífico”. Fue en Chiloé donde el glorioso Ramón Freire perdió su única batalla, en 1824, cuando Chile ya era independiente y este archipiélago diezmado por la guerra, esparcía “corsarios” para saquear los puertos del sur de Chile. Una infinidad de símbolos, héroes e historias muy poco estudiadas e interpretadas.
Luego de ello, de la anexión, el Estado desaparece de este territorio. De Chiloé se habla poco, es un archipiélago “indigno” de los favores del Estado. Se va reafirmando esa imagen de “mundo extraño”, remoto, mítico, laberíntico y desconocido. Debido a la ausencia y abandono estatal se profundizan las acciones de reciprocidad y trabajo colectivo. El medan, la fiesta, la minga en sus diferentes versiones son expresión de aquello. Expresiones del “apoyémonos entre nosotros”. Por otra parte, el trabajo remunerado se encontraba en la Patagonia Argentina. No acá. Es así como en un territorio donde no hay ni un árbol de mate tomamos tanto mate.
Por todo esto, creo que es muy importante que los habitantes de este archipiélago hayan reconocido a través de una de las respuestas a esta encuesta la necesidad de profundizar en su historia y cultura propia en todos los establecimientos educaciones de Chiloé. Se reconoce su necesaria inclusión en ámbitos formales de educación. Evidencia la incansable voluntad de “reconstrucción” del “Sujeto Pueblo Chiloense”. Para crearte como “sujeto”, como ser en la historia, no puedes vivir como “objeto” dictaría la dialéctica, y la memoria guarda profundo valor en la creación soberana, no impuesta, de ese sujeto pueblo. Es por esto que en la dominación de unas sociedades sobre otras tiene especial importancia borrar la historia de la sociedad dominada, imponer nuevos símbolos, héroes y relatos, todo ello para impedir su reconstrucción subjetual y asegurar su trato objetual.
Trato objetual que ha marcado el regreso del Estado y el mercado a Chiloé a fines de los 80´, no para compensar siglos de postergación, sino para incentivar su explotación y saqueo, para asegurar su trato como “colonia interna” diría González Casanova. Para que entre sus dóciles colinas, pliegues y canales navegue la narrativa descorazonada del desarrollo y éxito individual. Progreso y desarrollo neoliberal que sin embargo, después de décadas, ha explicitado el vértigo de perder nuestra identidad, nuestro territorio. Quizás ese es uno de sus pocos aportes, generar la conciencia de ese vértigo. De perder el espacio, lugar y tiempo que sustenta los significados de nuestra existencia. Esa intranquilidad se ha hecho patente, se reflexiona y evalúa. Se aprecia la alarma que entrega. Insta a la reflexión y acción. Insta a identificar como necesario y urgente “hacer valer”el derecho democrático a crear nuestras propias líneas de convivencia social, económicas, políticas, culturales, etc. La conciencia histórica del “nosotros” es la que hace posible ese diagnóstico.
Esa conciencia, memoria, historia y cultura propia que protege y da sentido es la que el habitante empieza, desde hace un tiempo, a reconocer como guarida, como su ethos, ya no en secreto, ya no solo de forma privada o familiar, ahora quiere ver su presencia en mallas curriculares. Por ello, considero que sí existe una identidad territorial chiloense, que gratamente, está en re-existencia.
– A mi parecer, la ciudadanía del archipiélago ha ido identificando a esta mega obra como un “monumento político populista” que terminará por postergar necesidades históricas de un archipiélago de 9181 KM2, integrado por 10 comunas, que requiere urgentemente una inversión estatal que brinde apoyo a las necesidades prioritarias vinculadas a infraestructura pública en salud (considerando nuestra complejidad geográfica), electrificación, fomento productivo rural, conectividad de las islas interiores, agua potable rural, educación superior de calidad en el archipiélago y el resguardo de nuestro valioso patrimonio natural y cultural. Postergación, exigencias y malestares que se convierten en cifras a través de la Primera Encuesta Provincial CESCH: Chiloé y sus Prioridades.
Y respecto a la pregunta de por qué las autoridades no toman en cuenta ese sentir de la comunidad de Chiloé, opino que refiere a una forma de hacer política típica de un país que ha vaciado de sentido a la “democracia”. Esta concepción se funda en teorías liberales y procedimentales de la ciencia política standard contemporánea, principalmente anglosajona, que han ido modulando un núcleo que establece que la democracia, básicamente, es un método de selección de gobernantes y de renovación periódica de los mismos.Nada más. Es decir, si hay elecciones hay democracia. Sin embargo la democracia implica una articulación de espacios-tiempo políticos, bastante más continuos y ampliados que una instancia electoral o método de selección de gobernantes, criterios más bien utilizados para opacar elementos centrales de la democracia, garantizando procesos de dominación.
La democracia puede ser definida como la constante creación de espacios-tiempo políticos (diversos y simultáneos) de presencia y “deliberación” ciudadana como mecanismo ético de dirección de nuestras sociedades a través del reconocimiento del otro como un legítimo otro en la convivencia.Eso a nivel institucional NO existe en Chile, y se agrava en territorios históricamente postergados como Chiloé. El Estado nunca ha reconocido el derecho soberano de Chiloé a delinear (mínimamente) sus líneas de convivencia, tanto políticas, como económicas y culturales. Se ha empecinado en facilitar la imposición de un modelo socioeconómico que ha devastado los bienes comunes naturales y sociales del Archipiélago. Comportamiento centralista, no democrático y de una colonialidad interna que adquiere su máxima expresión a través de la imposición de un mega-puente que termina por evidenciar la negación de una amplia gama de necesidades ciudadanas.
– Los porcentajes resultantes en las preguntas referidas al Pueblo Mapuche-Williche también nos sorprendieron, gratamente por lo demás. El 65% de los consultados se considera parte o descendiente de este Pueblo y más del 70% está completamente de acuerdo con las demandas elevadas por sus comunidades en el III Congreso Williche de Chiloé realizado en el verano de 2014.
Personalmente creo que nos habríamos encontrado con porcentajes muy diferentes si esta consulta se hubiera efectuado hace una década atrás. El sentirse parte o descendiente y además comprender y apoyar las demandas Williche obedece, a mi perecer, a lo que hablábamos a partir de la pregunta sobre la exigencia del ingreso de la cultura e historia de Chiloé al aula, es decir, a la incansable voluntad de “reconstrucción” del “Sujeto Pueblo Chiloense”.
Para percibir al sujeto, individual o social, se tiene que producir una transformación. Esa transformación tiene, por lo menos, dos niveles: el acto de la creación y el del reconocimiento. El bebé comienza a luchar por su reconocimiento desde que sale del vientre materno y nos vuelve locos a todos porque quiere ser reconocido.Todos queremos ser reconocidos.Yo quiero ser reconocido por mis interlocutores, pero no solo como investigador social sino como sujeto, como quién soy de manera integral. Quiero una relación de sujeto a sujeto, una relación personal. Esa relación personal, horizontal, es la que nos constituye como sujeto y es, por lo demás, el ideal democrático. Ahora bien, para que se pueda dar esa relación entre sujetos, esa relación personal-horizontal, de buena fe, yo tengo que romper con mi propia objetualidad, mis caretas autoimpuestas, y también romper con la objetualidad del otro/a, buscarlo o buscarla más allá.
Ese mutuo reconocimiento es un desafío personal y social que lleva tiempo y tiene consecuencias profundísimas en todos los niveles: en el ámbito de la pareja, en el de la amistad, en el nivel familiar, en el pedagógico, en el social, en el político, en el económico.
Pero somos nosotros mismos quienes muchas veces nos dejamos tratar como objetos, que nos pasen a llevar, nos impongan visiones, cascaras, retóricas vacías, estereotipos, vergüenzas, etc.
La cotidiana lucha personal y social para salir de esa objetualización comienza por el reconocerse, para luego luchar por el reconocimiento. Ese reconocerse es tomar conciencia de nuestros puntos de partida, nuestra memoria e historia personal y social, conciencia de los significados y saberes construidos de forma colectiva que nos empiezan a regalar desde niños/as, conciencia de que esos significados y saberes están situados en un territorio determinado, reconocer que en esa construcción colectiva e histórica hay roles protagónicos como el del Pueblo Mapuche-Williche. Y tal como lo señalaba más arriba, esa conciencia, memoria, historia y cultura propia que protege y da sentido es la que el habitante empieza a “reconocer” como guarida, como su ethos, como un núcleo-sustento legítimo de ser defendido públicamente. Los resultados arrojados por la encuesta son una muestra de la exposición pública de esa conciencia Williche que nos habita y que entre los pliegues de nuestro archipiélago se va constituyendo en múltiples reportorios de re-existencia.