Detrás de las imágenes idealizadas de la prosperidad industrial se encuentra una economía basada en la explotación de la fuerza de trabajo y en la extracción indiscriminada de los recursos naturales. En el presente artículo se revisa el diseño de desarrollo chileno que privilegia la acumulación rápida y la endogamia del capital. Este texto fue publicado originalmente en el sitio web rufianrevista.cl
Por Nesko Kuzmicic*
Cada tanto nos topamos con imágenes o videos que supuestamente simbolizan Chile: cobre fundido vertido con pirotecnia sobre moldes en llamas mientras brazos mecanizados transportan los preciados cátodos ya enfriados. Hábiles temporeras cortando racimos de uvas o manzanas que luego son seleccionadas desde correas transportadoras. Cajas apiladas en pallets y estos en contenedores listos para ser exportados en grandes transatlánticos. Barcos pesqueros inclinados por el peso de las redes al tiempo en que grúas de popa alzan grandes sacos atiborrados de peces. Los pescadores, con sus trajes de PVC fluorescentes, desfondan las redes sobre la cubierta para que miles de peces, en un flujo plateado, sean canalizados hasta llenar las bodegas. Los buques finalmente arriban a puerto flanqueados por cientos de gaviotas y pelícanos.
Son imágenes de la prosperidad industrial. El trabajo mancomunado de un país que se esfuerza por salir del subdesarrollo. Esa imagen país está gastada, desteñida como en viejas postales. Detrás de ese retrato edulcorado y edificante de la épica del desarrollo, en negativo, hay una economía basada en la explotación de la fuerza de trabajo y en la extracción de los recursos naturales. Este país se ha construido sobre la base de la inequidad social y el deterioro ambiental. Con el impulso del Estado, con el hambre de la industria, con la venia de bancos y mediante leyes aprobadas bajo extorsión o con carnadas bajo la mesa, se allana el camino que perpetúa la lógica rentista y que termina finalmente acrecentando, en unas pocas manos, los beneficios de la explotación de recursos que “en teoría” pertenecen a todos. Extraer mientras se pueda, explotar hasta que exista. Esa lógica extractivista[1] de uso y abandono es la que ha permanecido inalterada desde los tiempos del salitre y el carbón. Se ha avanzado desde entonces, es innegable. Se han ganado derechos, se han establecido marcos legales y regulaciones, sin embargo, el trasfondo de explotación y concentración no ha variado.
Para muchos países la causa del subdesarrollo es paradójicamente su riqueza[2]. En este país, donde ni la minería ni la pesquería pagan una verdadera retribución o royalty por el uso de los recursos de toda la población, se renuncia de antemano a una mínima compensación por el agotamiento futuro de los mismos. La “maldición de los recursos naturales” se prueba hoy, en un escenario de mayor escasez y deterioro de los recursos naturales, como un engaño del progreso. De pronto, el horizonte se nos viene encima después de años regodeándonos por nuestra suerte. Con la pesquería en crisis, con las leyes de cobre cada vez más pobres, nos preguntamos por el “plan B”, por el destino de la “renta” y por el daño irreversible al patrimonio natural. ¿Dónde fueron a parar los peces? ¿En qué fue transformada esa riqueza? ¿Cómo dejamos que esto sucediera? Pero esto no es una mala jugada del destino, es producto de un diseño que privilegia la acumulación rápida y la endogamia del capital.
El fin de una era
Todo el manejo pesquero en el mundo se afianza en la premisa de que los peces son recursos renovables. Sin embargo, esta condición natural, donde las tasas de crecimiento y renovación aseguran su permanencia en el tiempo, se ha visto alterada a tal punto por la sobrepesca que en muchos casos ya no se los considera renovables. En el caso de muchos de los peces pelágicos[3], una pequeña proporción de la población puede recuperar el stock[4], sin embargo, a pesar de esa capacidad, es tal la presión de la pesca que muchas veces las poblaciones sufren un declive en su reclutamiento, cayendo en una espiral descendente hasta que su pesca ya no resulta atractiva. En algunos casos recién ahí se puede producir una lenta recuperación. En otros casos ya no hay retorno.
Muchos científicos[5][6][7] dedicados a estudiar los recursos pesqueros señalan que estamos en la antesala de un colapso ecológico y alimentario de proporciones bíblicas. Por primera vez en toda la historia de la humanidad los alimentos provenientes de la pesca pueden desaparecer de nuestra dieta. Desde 1950, el 25% de las pesquerías del mundo han colapsado, 32% está sobreexplotada y prácticamente todo el resto está plenamente explotada. La flota pesquera mundial es tres veces mayor de lo que los océanos permiten soportar. Lo anterior no resulta trivial si pensamos que el 90% de toda la biomasa del planeta tiene su origen en el mar y que para 1.200 millones de personas en el mundo la pesca es el componente esencial de su dieta. Ha sido tan estudiado el declive de la pesca en el mundo que, de no ocurrir cambios, se ha pronosticado el colapso total de todas las pesquerías del mundo para el año 2048.
Los recursos marinos sujetos de pesquerías se diferencian de otras especies en que son de interés económico para el ser humano y, por lo tanto, objeto de pesca, recolección o captura. Las pesquerías industriales más importantes en Chile son las de peces pelágicos como anchoveta, sardinas y jurel, y las pesquerías demersales[8] como las de merluzas y langostinos. Las pesquerías bentónicas[9], como las del loco, machas, almejas, erizos y algas son extraídas, en cambio, por pescadores artesanales.
Somos un país pesquero por donde se nos mire. Durante muchos años estuvimos dentro de los tres países con mayores desembarcos del mundo y en el año 2012 seguíamos en un octavo lugar[10]. No son cifras para sentirse orgullosos si pensamos que en menos de una década las capturas totales en Chile disminuyeron en un 30%. El declive es indesmentible y urge la necesidad de conocer la razón que nos llevó a reducir en unas cuantas décadas una biomasa gigantesca a un costo ambiental y social sin precedentes.
Existen dos formas de pesca en Chile, la pesca industrial y la pesca artesanal. La pesca industrial, a diferencia de la artesanal, se realiza con embarcaciones grandes, por sobre los 18 metros de eslora. Utilizan sistemas o artes de pesca de gran alcance, como son los de arrastre, palangre y cerco. Cuenta a su vez con tecnología orientada a capturas masivas como satélites, ecosondas y avionetas de avistamiento. La pesquería industrial se realiza por fuera del área de reserva exclusiva para la pesca artesanal que en Chile está circunscrita a las primeras cinco millas marinas.
El destino de los recursos de la pesca industrial es la conversión en productos. Se distingue la reducción en harina y aceite, la conserva y el congelado. La mayor parte de la pesca industrial se realiza para la obtención de harina que luego se usa de alimento ganadero y acuícola. ¡Cinco kilos de pescado para producir un kilo de salmón! El 65% de todos los peces capturados en Chile se utilizan para convertirlos en harina para la engorda de vacas, pollos y salmones.
La flota pesquera industrial genera alrededor de 3.500 puestos de trabajo y 26.500 empleos indirectos relacionados con plantas de elaboración y proceso[11]. Un número menor si se la compara con la pesca artesanal que tiene 92.000 pescadores inscritos. El 67% de todo lo que se pesca en Chile lo realizan estos 3.500 pescadores en unos cuantos barcos pesqueros tecnologizados para enriquecer a unos pocos empresarios que se pueden contar con los dedos de las manos.
De acuerdo al informe anual de la pesca en Chile[12], de las 38 pesquerías explotadas el año 2014, 22 corresponden a la pesca industrial. De estas, ocho califican en plena explotación, ocho se encuentran en estado de sobreexplotación y seis se consideran agotadas o colapsadas. En tan solo dos años se duplicaron las pesquerías colapsadas y sobreexplotadas.
La distribución cualitativa hace más dramático el panorama ya que, a excepción de la sardina común de la V a VIII regiones, las pesquerías en plena explotación corresponden a langostinos. Todos los peces pelágicos y demersales sujetos a explotación están sobreexplotados o en estado de colapso. Estamos hablando del jurel, todos los tipos de merluzas, la anchoveta, la sardina española, el congrio dorado.
El stock de jurel, que no se limita a las costas chilenas y por ende también es pescado por flotas internacionales, ha disminuido un 90% en solo 20 años. De 30 millones de toneladas que se pescaban, se redujo su extracción a menos de tres millones. Daniel Pauly, oceanógrafo de la Universidad de Columbia Británica y uno de los científicos dedicados a la investigación pesquera más reconocido, considera especialmente grave la situación del jurel del Pacífico Sur. “Éste es como el último de los búfalos”, dice. “Cuando se haya ido, entonces todo lo demás habrá desaparecido con él. Marcará el final de los territorios conquistables”[13].
El caso de la merluza no es mejor. A pesar de ser declarada en el año 2005 en estado de sobreexplotación, producto de la presión social y al lobby de los pescadores industriales, las cuotas de pesca continuaron siendo altas. Si en el año 2001 los desembarcos de merluza llegaron a las 122.000 toneladas, en el año 2013 la cuota total de merluza fue apenas de 19.000. De acuerdo a Subpesca, la biomasa de la merluza descendió en un 78% entre el año 2000 al 2014. Todo esto llevó a que a fines del año 2014, el Comité Científico Técnico (CCT) cambiara el estatus del recurso: de sobreexplotado a colapsado. Sintomáticamente, la administración política, contraria a toda lógica, aumentó la cuota con respecto al año anterior.
A diferencia de la pesca industrial, que cada año aumenta la proporción de recursos sobreexplotados y colapsados, la pesca artesanal muestra buena salud. Catorce de las 38 pesquerías reconocidas corresponden a recursos explotados por la pesca artesanal. Moluscos, algas, crustáceos y peces, todos se mantienen en plena explotación y con vedas extractivas estacionales que aseguren su sustentabilidad.
La pesca artesanal tiene reservadas las primeras cinco millas de mar para pescar. La primera milla marítima incluso es de uso exclusivo para los 11.096 botes y lanchas de menos de 12 metros de eslora repartidos en las 467 caletas registradas a lo largo de la costa continental e islas de Chile. La pesca artesanal se rige por el régimen general de acceso, al igual que la pesca industrial, no obstante presenta algunas particularidades como las Áreas de Manejo de Recursos Bentónicos (AMERB).
El régimen de Áreas de Manejo asigna derechos de explotación exclusiva a organizaciones de pescadores artesanales, conservando los recursos bentónicos presentes en áreas geográficas delimitadas. En 2007 había 752 AMERB autorizadas en la costa de Chile, cubriendo un área de unas 115.000 hectáreas. Los recursos en ellas son protegidos, explotados mediante un plan de manejo que asegure su renovación en el tiempo. Los ingresos que genera su venta se reparten en forma equitativa entre los pescadores del sindicato o de la caleta responsable de la AMERB. En los tiempos en que se estaba discutiendo la implementación de las áreas de manejo en Chile, un connotado Almirante señaló con claro desagrado y desprecio que lo que se estaba haciendo era la Reforma Agraria del mar. Gracias a estas áreas recursos como el loco, erizos y machas se han recuperado en muchos lugares.
La pesca artesanal no tiene un origen cierto. Desde que fuera habitado el territorio en el que se encuentra Chile se ha pescado. De norte a sur Changos, Camanchacos, Lafkenches, Chonos y Kaweskar, entre otros, fueron los pueblos que, asentados en la costa desde tiempos inmemoriales, se dedicaron a la pesca, caza y recolección de algas, peces, lobos marinos y mariscos. En la actualidad, muchos descendientes y representantes de estos pueblos siguen presentes en la costa, en caletas, y se dedican como antaño a vivir de lo pescado. De los botes de cuero de lobo de los Changos y de los troncos calados de los Kaweskar a las lanchas de madera o fibra de vidrio no hay una distancia sideral. De los anzuelos de huesos a los anzuelos calados en espineles no media una gran lejanía. La pesca artesanal, en esta parte del mundo, mantiene la esencia que tuvo en su origen.
Un asunto de propiedad
La regulación pesquera en el mundo intenta resolver el “problema” de la condición de bien de propiedad común de los peces y del libre acceso a los mismos. La base teórica de la gestión pesquera se basa en los postulados de Garret Hardin y de Scott Gordon. En la Tragedia de los Comunes Hardin señala que “la libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos”. Debido a que la sociedad, según Hardin, consiste en la agregación de individuos egoístas que persiguen individualmente su máximo beneficio a corto plazo, la única forma de asegurar el cuidado de los recursos comunes es parcelándolos y otorgando la propiedad y derecho de uso exclusivo a aquellos, que por reportarles beneficios, les conviene su explotación eficaz. Por otra parte, Gordon, en La Teoría Económica del Recurso de Propiedad Común: La Pesca, manifiesta que los recursos no pueden ser de todos ya que en condiciones de acceso abierto, cualquier miembro de la sociedad (por ejemplo, cualquier pescador) puede obtener el recurso por apropiación directa acarreando su sobreexplotación[14].
Los economistas en Chile han usado estas teorías al extremo para justificar la entrega de los recursos a quienes los han detentado hasta ahora, esto es, las corporaciones pesqueras. En la práctica, pese a ser entregados derechos de pesca en forma de cuotas transferibles y que en la actualidad se limitan a solo siete familias para su “buen recaudo”, las capturas no han hecho más que disminuir. A partir de la ruina y agotamiento de las principales pesquerías podemos preguntarnos si seguir a pie juntillas la teoría es una decisión acertada.
Se supone que los “dueños” de los recursos tienen los incentivos necesarios para mantener un esfuerzo de pesca tal que permita su permanencia –y sus ganancias– en el tiempo. El problema es que estos incentivos son menores a los que reporta el obtener las rentas lo antes posible. El mismo Hardin reconoce esto: “Aquellos que restringen sus demandas debido a efectos dañinos en el largo plazo pierden la disputa con los maximizadores de corto plazo”. Un caso paradigmático es el que sucediera con la mayor pesquera de Chile, Corpesca. En teoría, a Corpesca le convenía salvaguardar la pesca de la sardina española, sin embargo arrasó con ella; su entonces dueño, Anacleto Angelini amasó una gran fortuna y rápidamente diversificó su cartera de negocios.
Los pescadores industriales saben que los recursos se están agotando. “Tenemos que pescar lo más posible antes de que se agote todo”[15]. Así se entiende que el lobby pesquero esté orientado no solo en perpetuar los derechos “históricos”, sino en aumentar lo más posible las cuotas de pesca. En un escenario de colapso de las pesquerías, mientras antes se obtengan los beneficios, antes se puede extraer la plusvalía. El desarrollo sustentable, la seguridad alimentaria, la conservación de los recursos, el equilibrio ecológico no son más que fábulas y supercherías para la lógica del capitalismo.
El otro elemento que no contempla la teoría es que las comunidades no son agregaciones de individuos interesados en su propio beneficio. “Las instituciones que descansan sobre el concepto de ‘propiedad común’ han jugado un papel socialmente beneficioso en la gestión de los recursos naturales desde la prehistoria económica hasta nuestros días”[16]. Al parecer el viejo Kropotkin tenía razón cuando señaló que“la inclinación de los hombres a la ayuda mutua tiene un origen tan remoto y está tan profundamente entrelazada con todo el desarrollo pasado de la humanidad, que los hombres la han conservado hasta la época presente, a pesar de todas las vicisitudes de la historia”.
La “sociedad de las partes”[17] y las “áreas de manejo” son un ejemplo exitoso de propiedad común o comunal de la pesca artesanal. En ambas, los pescadores artesanales distribuyen los beneficios del acceso pesquero o de las áreas a su cuidado de forma equitativa, impidiendo su concentración. Las antiguas formas de explotación comunitaria exigían que la propiedad común fuese guiada por normas de gestión claras para impedir el agotamiento de los recursos naturales renovables[18]. Y así ha sido. Los pescadores organizados en sindicatos, con planes de manejo establecidos científicamente y con participación de los pescadores, han conservado y explotado racionalmente los recursos en el tiempo. Cualquiera que bucee en un área de manejo puede notar la gran biodiversidad que tienen estas áreas en comparación con zonas expuestas y sin cuidado.
La regulación pesquera en Chile gira hasta el día de hoy en torno al derecho de propiedad de los recursos, el acceso a las pesquerías y las restricciones al esfuerzo de pesca. Por años, las leyes y regulaciones obviaron la necesaria sustentabilidad de la actividad con el objetivo fortalecer la pesca industrial y su transformación en harina de pescado. Es la misma madeja con la cual se ha tejido la historia de depredación y usurpación de los recursos naturales en Chile. La explotación de los recursos marinos por parte de la industria pesquera ha sido depredatoria e irresponsable. El apoyo político a la pesca industrial ha afectado gravemente al ecosistema marino y ha perjudicado a la pesca artesanal que además de ser más sustentable está orientada al consumo alimentario de los chilenos. Difícilmente la institucionalidad pesquera afincada en el Ministerio de Economía puede lograr frenar a la pesca industrial para revertir en parte el colapso que se vive.
Ahora todos se sorprenden por la revelación de cohecho y financiamiento irregular patrocinado por las empresas pesqueras antes y durante la discusión en el parlamento de la nueva Ley de Pesca. Pero lo cierto es que la Industria, desde siempre y con las mismas prácticas, ha dictado las leyes y reglamentos que regulan la actividad. La evidencia solo descubre los turbios mecanismos, el cohecho a políticos corruptos que entre otros favores permitieron a siete familias de Chile quedarse con los recursos de todos los chilenos a cambio de aportes de campaña o sueldos paralelos.
La permisividad y obsecuencia regulatoria se extiende a pesquerías que utilizan artes de pesca no selectivos como la pesca de arrastre, que ha generado daños irreparables al ecosistema marino. Este tipo de pesquería elimina una gran cantidad de fauna acompañante y destruye el fondo marino generando un efecto dominó sobre otros organismos de la trama trófica. El descarte de la pesca acompañante o fuera de talla constituye un atentado ambiental gigantesco. En el mundo, cada año más de siete millones de toneladas se descartan, es decir, una décima parte de la captura mundial vuelve muerta al mar[19]. Además de peces, moluscos y crustáceos, mueren aves, delfines, tortugas, tiburones, lobos marinos, ballenas, etc.
No se entiende que siendo la pesquería una actividad industrial extractiva y que genera daños ambientales muchas veces severos, no esté bajo el marco de la Ley de Bases del Medio Ambiente. ¿Por qué no se pueden concebir planes de manejo a largo plazo y formas de mitigación por el daño ambiental producido? Si se la excluyó ex profeso, con los resultados y consecuencias expuestas, ¿alguien puede sostener a esta altura que su omisión fue una decisión correcta? Pasa que no vemos los daños ambientales de la pesca, no vemos los barcos ni el descarte mar adentro, menos los fondos o los cardúmenes mermados. Están fuera de nuestro alcance, no vemos más allá de lo que pisamos, y no respiramos ese aire.
Hoy los barcos pesqueros vuelven a puerto sin estridencia. Los espera un funcionario que anota el volumen de desembarco o las tallas muestrales. Los tripulantes pescadores se retiran cabizbajos, saben que la cuota se está acabando y pronto tendrán que buscar otra cosa. La decadencia los acecha. Los peces hoy son más chicos y escasos. Ya están lejos los días en que era tirar y abrazarse. Pero la tristeza mayor es por lo que están obligados a hacer. Por más que sea parte del trabajo son personas de mar. Les duele tener que abrir las esclusas y arrojar por la borda a miles y miles de otros peces y animales como si fueran desperdicios. Fueron animales que formaron parte de algo mayor y que tuvieron la mala suerte de toparse con el hambre intangible de ganancias sin límites.
*Biólogo Marino de la Universidad de Valparaíso y Magíster en Economía Energética de la UTFSM. Poeta y miembro de Verdeseo desde el año 2010. Desde 2012 se dedica al desarrollo de proyectos de Energías Renovables.
[1] Gudynas. 2011. Más allá del nuevo extractivismo: transiciones sostenibles y alternativas al desarrollo. En: El desarrollo en cuestión. Reflexiones desde América Latina. Oxfam y CIDES UMSA, La Paz, Bolivia, pp 379- 410.
[2] Auty. 1993. Sustaining Development in Mineral Economies: The Resource Curse Thesis. London: Routledge.
[3] Peces que viven en la columna de agua en mar abierto.
[4] Unidad biológica de una especie que forma un grupo de características ecológicas similares y, como unidad, es el sujeto de la evaluación y de la ordenación.
[5] Mullon, Freon & Cury. The dynamics of collapse in world fishery. Fish and Fisheries 6 (2): 111–120
[6] Cooper. 2002. Threatened Fisheries. CQ Researcher 12 (27): 617-648
[7] Worm. 2006. Impacts of biodiversity loss on ocean ecosystem services. Science, 314: 787
[8] De aquellos peces que viven cerca del fondo del mar.
[9] Que se desarrollan en el fondo del mar donde llega la luz del sol.
[10] http://www.fao.org/3/a-i3720s.pdf
[11] http://www.subpesca.cl/institucional/602/w3-article-805.html
[12] Subpesca. 2014. Estado de situación de las principales pesquerías Chilenas.
[13] http://ciperchile.cl/2012/01/25/sin-control-gigantes-pesqueros-diezman-el-pacifico-sur/
[14] http://www.fao.org/docrep/003/w6914s/W6914S01.htm
[15] http://ciperchile.cl/2012/01/25/sin-control-gigantes-pesqueros-diezman-el-pacifico-sur/
[16] Ciriacy-Wantrup y Bishop, 1975. “Common Property” as a Concept in Natural Resources Policy. Natural Resources Journal. Vol. 15.
[17] La sociedad de las partes de la pesca artesanal era el antiguo trato de los pescadores en un bote o lancha. Esta reconocía derechos colectivos sobre los recursos pesqueros, tanto en el acceso a los recursos como en relación a la distribución de los ingresos obtenidos. Un sistema equitativo basado en la asociatividad, marcado por la inexistencia de extracción de plusvalía al interior de las unidades productivas. La regulación es de carácter informal y está enraizada en la cultura de la pesca artesanal. Este sistema de pesca caracterizó a la pesca artesanal hasta que la regulación reconoció a los Armadores (dueños de las embarcaciones) derechos de cuotas transferibles. A partir de ese momento los armadores pasaron a ser jefes y sus compañeros, empleados.
[18] Aguilera. 2007. La tragedia de la privatización de los derechos. Reporte SAMUDRA N˚ 46 Marzo 2007.
[19] Murray. 2009. The End of the Line. Documental.
FUENTE: http://rufianrevista.org/?portfolio=erase-una-vez-la-pesca