Si hay consenso que se está enfrentando cambios ambientales que indican una mayor frecuencia e intensidad en las mareas rojas, ¿No corresponde entonces que el Ministerio del Medio Ambiente debe tomar una mayor participación en el análisis, control y toma de decisiones sobre cómo enfrentar estas situaciones?
Por: Dr. Eduardo Tarifeño Silva, Biólogo Marino, Ph.D.
Miembro Titular del Consejo Nacional de Pesca
Concepción, 01 de agosto de 2016.
Las recientes crisis en la salmonicultura y en la comercialización de recursos bentónicos marinos a raíz de las floraciones algales nocivas, más conocidas como “mareas rojas”, de las microalgasChatonella sp y Alexandrium sp, respectivamente, han sido tema de gran preocupación de organismos de gobierno, científicos, asociaciones gremiales, organizaciones no gubernamentales y dirigentes sociales, en las discusiones sobre las causas y consecuencias de estos eventos ambientales, que en esta oportunidad fueron de extrema potencia.
Desde las primeras declaraciones oficiales, se indicó que las FAN que afectaron primero los centros de cultivos de salmones causando una mortalidad de 40 mil toneladas de peces, y después el cierre de extensas zonas extracción de recursos bentónicos por la presencia de mareas rojas, fueron resultados de anormalidades ambientales inducidas por el Fenómeno de El Niño que afectó con gran fuerza gran parte de la costa del Pacífico Oriental que está bajo la influencia oceanográfica del Sistema de la Corriente de Humboldt. En estas tempranas declaraciones, se entregaron antecedentes que permitirían desvincular la ocurrencia de las FANs de los impactos ambientales que significa la salmonicultura intensiva, por el aporte de nutrientes, especialmente nitrógeno y fósforo que significa la gran actividad metabólica de los peces en la fase decrecimiento.
Tema aparte ha sido la potencial vinculación del vertimiento de casi 5 mil toneladas de salmones muertos, en franco estado de putrefacción, a 70 millas mar afuera de la costa norte de la Isla de Chiloé, con la ocurrencia de las FANs en dicha zona costera, situación que no había sido detectada con anterioridad a 2016. Frente a esta incertidumbre y considerando las opuestas opiniones entre diversos actores del sector pesquero artesanal y de acuicultura, la Secretaría de Pesca y Acuicultura en conjunto con el Comité Oceanográfico Nacional, organizaron una expedición científica para tomar muestras y datos en las zonas afectadas por la FAN, para concluir si hubo o no vinculación entre el vertimiento de las mortalidades de salmones y la ocurrencia de las mareas rojas. No caben dudas que ambos casos de FANs, constituyeron eventos ambientales causados por las alteraciones naturales (El Niño) y/o inducidas por acciones antropogénicas (efecto ambiental de la salmonicultura) que tuvieron como consecuencia un efecto socioeconómico de gran impacto en la Isla de Chiloé.
Si se acepta entonces que fueron eventos ambientales, como todos lo afirman y aceptan, surge la interrogante de cuál fue la participación del Ministerio de Medio Ambiente en los análisis de la situación y posibles medidas de contingencia para enfrentar estas crisis. Tomando en cuenta la abundante información que fue noticia central en los medios de prensa nacional, se puede concluir que la participación del Ministerio del Medio Ambiente fue nula, o sin conocimiento público. En el caso de las recientes mareas rojas, todas las medidas fueron tomadas por el Ministerio de Salud y el Ministerio de Economía, Fomento y Turismo, a través de la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura y del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura, con cooperación de las Gobernaciones Marítimas respectivas y del Comité Oceanográfico Nacional.
Otra pregunta que surge es por qué no se tomaron medidas preventivas o planes de contingencia, al menos con respecto a la mayor probabilidad de ocurrencia de mareas rojas, en base a los predicciones desde el año pasado que las condiciones oceanográficas para todo el Pacífico Oriental, indicaban que el evento de El Niño que se estaba generando en 2015 sería uno de los más fuertes en los registros científicos, en ambos hemisferios.
Como en otros casos de este tipo de situaciones de crisis, los estudios son post-eventos y con bajo nivel de explicación o predictivos. En este punto, llama la atención que a pesar de los anuncios predictivos del 2015, no se aplicaron los resultados y datos de numerosos proyectos de investigación en mareas rojas que desde años se realizan en Chile con apoyo de diversos fondos de financiamiento, tales como CIMAR, CONA, FONDECYT, FONDEF, INNOVA, en modelos predictivos que podrían haber entregado antecedentes aceptables de las situaciones que se podrían esperar en las pesquerías y acuicultura nacional. Nada de ello ocurrió. Es muy posible que los resultados de la expedición científica a bordo del Cabo de Hornos enviada a la zona del vertimiento de las mortalidades de salmones indiquen altos niveles de nutrientes en zonas que por lo general son oligotróficas, pero será muy difícil demostrar si dichos niveles tuvieron vinculación directa con las mareas rojas en la costa pacífico de la isla de Chiloé.
Tal vez, sería conveniente que toda dicha información científica disponible sea “puesta sobre la mesa” para conocerla y verificar los vacíos de conocimiento que existen en Chile sobre estos eventos oceanográficos para procesarla en modelos predictivos que permitan tomar decisiones proactivas y no reactivas.
Por último, si hay consenso que se está enfrentando cambios ambientales que indican una mayor frecuencia e intensidad en las mareas rojas, ¿No corresponde entonces que el Ministerio del Medio Ambiente debe tomar una mayor participación en el análisis, control y toma de decisiones sobre cómo enfrentar estas situaciones? Además, ¿Corresponde revisar y hacer más exigentes los estudios de impacto ambiental que se exigen en la salmonicultura nacional?¿Qué acciones se toman respecto a los resultados de los Informes Ambientales que deben entregar periódicamente las empresas salmoneras? Un reciente informe (IndexInfa’s) que analiza el cumplimiento ambiental de las salmonicultoras que operan en el país, indica que el 35% de ellas, en un universo de 129 evaluaciones, presentan condiciones de anaerobiosis debajo de sus jaulas; es decir, hay cantidades excesivas de materia orgánica (fecas de peces, restos de pellets) que se depositan sobre los fondos marinos.