Así lo evidencia un estudio que muestra un dramático deterioro de los recursos pesqueros. Es el caso del desembarco de la merluza común, que desde 1999 ha disminuido 87%. Las principales pesquerías pelágicas –que viven en aguas medias o cerca de la superficie, como la reineta, el jurel o la sardina– disminuyeron en más del 70%, mientras que la pesquería demersal de peces –asociada con el fondo marino, como la merluza común o el congrio dorado–, se redujo en promedio por encima del 82%. Las causas apuntan especialmente a la sobreexplotación de los recursos, factor que la legislación no ha logrado aminorar.
Por: Claudia Urquieta. Elmostrador.cl
21 de diciembre de 2016
El tema pesquero se ha tomado la agenda en el último tiempo de la mano de los escándalos de financiamiento irregular de la política, que ha puesto en la mira de la ciudadanía y los medios de comunicación la relación de la industria con el mundo político, que incluye un largo engranaje de distintos actores.
La situación incluso ha puesto en duda la legitimidad de la conocida “Ley Longueira”, cuya tramitación –según ha ido saliendo a la luz– habría estado marcada por favores políticos y hecha a la medida de la industria.
Pero el colapso del mundo pesquero es mucho más profundo. Así lo evidencia el estudio académico “Informe País: Estado del medio ambiente en Chile. 1999-2015”, que analiza la evolución del medio ambiente en Chile y revela la disminución de los recursos del territorio nacional, en biodiversidad, bosques nativos, aguas continentales, aire y también de los ecosistemas marinos.
Según Nicolo Gligo, director del Centro de Análisis en Políticas Públicas del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, y además director del informe, “los niveles de pesca han bajado brutalmente”.
Es así como, por ejemplo, el desembarco de la merluza común –que recientemente Subpesca declaró como no colapsada, pese a las advertencias del Comité Científico, organismo consultor de la institución– ha disminuido en 87% entre 1999 y 2015. Una muestra de cómo “la tasa de variación de la sumatoria de desembarques de los principales recursos pesqueros de Chile en los últimos 16 años, es dramática. Las principales pesquerías pelágicas –que viven en aguas medias o cerca de la superficie, como la reineta, el jurel o la sardina– disminuyeron en promedio más del 70% respecto a 1999, mientras que la pesquería demersal de peces –asociada con el fondo marino, como la merluza común o el congrio dorado– se redujo en promedio por encima del 82%”, concluye el estudio.
Además, “los crustáceos considerados en el análisis disminuyeron sus desembarques en un 44, 67% entre 1999 y 2015, similar a la disminución registrada por el recurso erizo (46,26%). Los moluscos también registraron una disminución en los desembarques, en la comparación 1999-2015”.
Según detalla el informe, “el total mundial de la producción de la pesca de captura en 2014 fue de 93,4 millones de toneladas, de las cuales 81,5 millones de toneladas procedían de aguas marinas y 11,9 millones de toneladas de aguas continentales. De acuerdo al estudio de (FAO, 2016), Chile habría aportado con 2.175.486 toneladas de capturas marinas (peces y otras pesquerías de invertebrados), lo que equivale a un 2,7 % del total mundial de pesca marina ese año”.
Sin embargo, revela la investigación, “muchas especies marinas que constituyen recursos están experimentando una disminución fuerte en sus poblaciones, y un factor poco conocido de este hecho se relaciona con las eventuales alteraciones de los hábitats que podrían ocurrir como consecuencia de estas fuertes disminuciones. Lo delicado de la situación en Chile es que los Comités Científicos que evalúan los recursos pesqueros, califican a 9 pesquerías en condiciones de colapso, otras 10 en estado de sobreexplotación, 7 pesquerías se encuentran en estado de plena explotación y dos pesquerías subexplotadas”.
El informe explica que, para evaluar el estado de las pesquerías nacionales, debe considerarse en conjunto el desembarque en puertos, caletas o barcos transportadores de los sectores industrial y artesanal, captura de barcos factoría, cosecha de centros de cultivo y recolección de algas. Históricamente Sernapesca ha llevado un registro del desembarque total de peces, moluscos, crustáceos, algas y otros, el que es publicado en el Anuario Estadístico de Pesca.
La sobreexplotación de los recursos pesqueros queda de manifiesto en una mirada rápida de la evolución del desembarque total pesquero: desde 1952 a 1994, el volumen desembarcado aumentó desde 90 mil toneladas en 1951 a más de 8 millones de toneladas; no obstante, luego ha descendido hasta situarse en 4 millones de toneladas en los últimos años. De acuerdo a Sernapesca, el desembarque total para el 2014 se situó en 3.803.193 toneladas.
Según Odepa, el descenso del desembarque total se debe a la disminución de la actividad del subsector industrial, que hasta mediados de la década de los años 90 participaba con el 90% del total. Desde ese año se inició un descenso constante, hasta situarse en aproximadamente un 30% del total. En términos absolutos, de alcanzar 7 millones de toneladas en los años 90, llega a solo 1,3 millones de toneladas en la actualidad. Por su parte, el desembarque total artesanal pasó de 70 mil toneladas en los años 60 a registros de 1,7 millones de toneladas en los últimos años, creciendo en forma paulatina. Estos cambios notorios entre los subsectores, y en especial los de la producción acuícola, responden a un comportamiento que se ha registrado en muchos países, debido a la necesidad de suplir la menor captura de peces a nivel mundial.
Diversas publicaciones científicas y la estadística pesquera, demuestran que la baja del desembarque total industrial se debería, en gran parte, «a la disminución de pesquerías, especialmente de jurel y anchoveta, provocada por una sobreexplotación del recurso, agravada por los efectos del Fenómeno El Niño, que ha afectado mayormente a las pesquerías que se destinan a harina de pescado”.
Para Ricardo Bravo, decano de la Facultad de Ciencias del Mar y Recursos Naturales de la Universidad de Valparaíso, e investigador del capítulo relativo a los recursos marinos del informe, “la situación es preocupante: de continuar esta tendencia en distintas pesquerías, de aquí a unos 10 años vamos a tener todas las pesquerías colapsadas. De las 25 pesquerías más importantes del país tenemos 9 colapsadas, 10 sobreexplotadas».
El doctor en ciencias biológicas explica que el colapso “no significa que la especie se extinga, sino que queda muy dañada, donde ciertas tallas de individuos ya no están, lo que es fatal para la continuidad del stock”.
Bravo detalla que “por ejemplo, la merluza común está colapsada desde 2004. Lleva 12 años en colapso: estudios decían que a seis años se iba a recuperar. Pero no ha sido así. Y hoy no presenta organismos suficientes para sostener una pesquería”.
El científico asegura que la dramática situación pesquera del país es un fenómeno que “se da a nivel mundial. Es una conclusión real. Hace unos 10 años, Naciones Unidas hizo una proyección con datos que venían teniendo de captura: dijo que en 2050 todas las pesquerías del mundo estarían colapsadas. Mucha gente se rió, lo trataron de apocalíptico. La cruda realidad es que Naciones Unidas se quedó corto: estamos en 2017, lejos de 2050 y se ve que para 2025 las predicciones se van a cumplir. O sea, 25 años antes”.
Y agrega que “si nosotros tenemos entre un 70-80% menos que en 1999, ¿cuánto será en 5 o 7 años más? Al 2025, prácticamente 100% de pesquerías en el mundo estarán sobreexplotadas. Y en Chile, de continuar esta tendencia, tendríamos todas las especies colapsadas de aquí a unos 10 años más”.
Bravo señala que “se sabía que en alguna medida el asunto estaba complicado en base a informes parciales que se publican año a año. Es como una fotografía. Pero cuando se tienen 16 años de comparación, te da una visión global que claramente preocupa”.
La investigación es tajante: “La disminución de los distintos recursos pesqueros, ya sea por extracción humana o por factores ambientales, ha sido fuerte y sostenida, llegando a una situación dramática y preocupante en 2015. Las tasas de variación de las principales pesquerías pelágicas disminuyeron en más del 70%, respecto a 1999, mientras que la pesquería demersal de peces se redujo por sobre el 82%. Los crustáceos considerados en el análisis y los erizos disminuyeron sus desembarques en torno a un 45% en el período comparado. Los moluscos están entre los recursos que menos variación han registrado en estos 16 años comparativos (-21,5%), debido principalmente a que están manejados por las AMERB (Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos). Esta realidad de colapso y sobreexplotación de la mayoría de las pesquerías más importantes del país es altamente preocupante, y, de no mediar cambios importantes en el actual proceder humano respecto a estos recursos, la mayor parte de los stocks comerciales pesqueros estarán colapsados dentro de pocos años más. Por otro lado, esta sobreexplotación está generando cambios sociales y económicos que amenazan no solo a los ecosistemas marinos, sino también a la seguridad alimentaria mundial”.
Adicionalmente, “se agrega una variable compleja, como lo es cierto grado de incertidumbre respecto al real estado de ciertas pesquerías, el que podría ser más delicado aún, dado que para algunas especies los reportes no incluyen los niveles de descarte de la flota industrial, o el subreporte correspondiente a la extracción de la flota artesanal, los que suelen alcanzar valores de alta importancia”.
Bravo explicita que uno de los principales factores de este colapso general es la sobrepesca, que tiene entre sus aliados a “la pesca ilegal, la no declarada, lo que se va por el lado y no se somete a la legislación. En algunos casos puede ser hasta 40% del total. Es muy difícil de controlar (…). En el emblemático caso de la merluza común si se dice, por ejemplo, que se capturará como máximo 30 mil toneladas este año, lo cierto es que en realidad se capturan 50 mil, de lo que no queda registro”.
El experto dice que a la sobrepesca hay que agregarle “factores ambientales, que son imponderables. El cambio climático en alguna medida. Pero uno de los más importantes es el Fenómeno de El Niño”.
Una buena noticia que refleja el estudio, es que “en general, el borde costero nacional muestra claras mejoras en su condición ambiental, considerando las aguas y sedimentos marinos”.
Nicolo Gligo detalla que “hay mucha menos contaminación marina, porque hay mucho más manejo de residuos industriales y mineros. Y manejo también de aguas servidas que antes no existía. Eso ha influido para que haya mucho menos contaminación”.
El informe también incluye un análisis relacionado con el marco institucional y legal. Al respecto, concluye que “con la aparición de la nueva institucionalidad ambiental, creada a mitad de la década de los noventa, las iniciativas regulatorias que hasta ese momento se encontraban amparadas en los sectores muy puntuales de la administración del Estado, tendieron a consolidar el nuevo sistema de gestión ambiental producido para evaluar todos los proyectos o actividades que se instalarían en el borde costero nacional».
Y añade: «Las principales modificaciones que experimentó la Ley General de Pesca y Acuicultura, como principal norma establecida para la explotación y conservación de los recursos marinos, han seguido esta tendencia dirigida a formar parte de la actual institucionalidad ambiental, a tal punto que, las facultades que poseía la actual autoridad pesquera para declarar parques y reservas marinas, hoy en día forma parte de las competencias de la Autoridad Ambiental».
«Algo muy similar ha experimentado la normativa que atañe a la gestión ambiental del medio ambiente acuático, en donde las autorizaciones o permisos ambientales sectoriales se han concentrado en un único instrumento de gestión ambiental, el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEA), en donde se canalizan todos los requerimientos demandados por las distintas organizaciones en un único acto, denominado Resolución de Calificación Ambiental (RCA)», prosigue.
Asimismo, sostiene que «sin embargo, aun cuando nuestro país ha demostrado iniciativas normativas destinadas a la protección y ordenamiento del borde costero, esta no ha evolucionado de la misma forma que experimentó la regulación ambiental. Así, la institucionalidad para el uso del borde costero no ha obedecido a una política que permita su regulación permanente e integral, ya que por ahora parece obedecer más a una finalidad sectorial, en donde yace restringida, lo cual ha restringido una necesaria planificación del borde costero, que este adaptada a los requerimientos ambientales y de conservación de los ecosistemas marinos”.
Ricardo Bravo explica que, en este aspecto, “lo que se ha hecho en general está bien. Pero el asunto de la fiscalización es uno de los problemas”.
Nicolo Gligo concuerda con esta percepción, y asegura que “creo que en Chile las regulaciones son muy limitadas en todo tipo de recursos, no solo en recursos del mar. Por ejemplo en cuanto a Bosque Nativo, Planes de Manejo… En Chile hay un problema de fiscalización que es muy grave: estamos llenos de leyes, pero se hacen ineficaces porque no se les dan los recursos necesarios a las instituciones para que fiscalicen. Uno no le puede cargar la mano a una institución si no le da los recursos. En suma, tenemos más leyes pero cada día los recursos son menores en las instituciones”.
Nicolo Gligo concuerda con esta percepción, y asegura que “creo que en Chile las regulaciones son muy limitadas en todo tipo de recursos, no solo en recursos del mar. Por ejemplo en cuanto a Bosque Nativo, Planes de Manejo… En Chile hay un problema de fiscalización que es muy grave: estamos llenos de leyes, pero se hacen ineficaces porque no se les dan los recursos necesarios a las instituciones para que fiscalicen. Uno no le puede cargar la mano a una institución si no le da los recursos. En suma, tenemos más leyes pero cada día los recursos son menores en las instituciones”.
El académico concluye que, en vista del escenario que enfrenta el país, “toda la proliferación de leyes ha ayudado muy poco, o casi no ha ayudado. Creo que hay hacer una reingeniería a fondo de lo que está pasando en la pesca: una evaluación concreta de lo que está pasando con los recursos, como lo decimos en el informe. Y después una revisión en términos legales, para ver las leyes que podemos hacer eficientes. Algunas leyes son buenas, pero tenemos que darles recursos a las instituciones para que se cumplan”.
Giglio expresa que “en el caso de la pesca, creo que el Parlamento ya tiene una discusión al respecto y tiene que profundizarla mucho más. Tiene que hacer grandes modificaciones a la Ley de Pesca, a las áreas en problemas, una nueva política frente a las políticas que están colapsadas…hay que tomar una actitud global integrada y diferente”. En su opinión, el país ha tenido malas políticas “en pesca y en relación con sus recursos en general”.