«Nuestro país es parte de este sistema mundial, con su grandilocuente propaganda que presenta a Chile como Potencia Agroalimentaria y Forestal. Lo real es que en pocos años las empresas forestales han usurpado y secado territorios. Nuestros mares están inundados de salmoniculturas y vaciados de su diversidad de peces, y la agroindustria ha envejecido a nuestros campos porque los y las jóvenes ya no imaginan un futuro en ellos».
Declaración Pública
Slow Food Chile, RAP-Chile (Red de Acción en Plaguicidas), Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri) y Fundación Educación Popular en Salud (EPES).
20/01/2018
Llamado al mundo campesino y consumidores.
Este criminal Sistema Alimentario Mundial nos ha llevado a una situación dramática. En 100 años perdimos el 70% de la biodiversidad, miles y miles de frutas, hortalizas y razas de animales por no ser consideradas productivas. Campesinos y campesinas han perdido sus tierras, sus aguas, sus semillas pero sobre todo no son respetados, ni reconocidos. El modelo de producción agroindustrial se basa en la ganancia de corto plazo y el uso intensivo de agrotóxicos, concentra el poder económico en cada vez menos manos, y daña el ambiente y la salud de las personas.
Nuestro país es parte de este sistema mundial, con su grandilocuente propaganda que presenta a Chile como Potencia Agroalimentaria y Forestal. Lo real es que en pocos años las empresas forestales han usurpado y secado territorios. Nuestros mares están inundados de salmoniculturas y vaciados de su diversidad de peces, y la agroindustria ha envejecido a nuestros campos porque los y las jóvenes ya no imaginan un futuro en ellos.
En los monocultivos de exportación y también en los convencionales, el uso de plaguicidas altamente peligrosos genera graves intoxicaciones en las temporeras y mata las abejas e insectos benéficos, contaminando también el agua. Los alimentos que consumimos contienen residuos de plaguicidas que alteran el sistema reproductivo. Muchos de esos agrotóxicos están prohibidos en Europa.
Al mismo tiempo, Chile promueve tratados internacionales negociados en secreto, como el TLC con Uruguay (aprobado por la Comisión de Hacienda hace menos de 10 días) y avanza a firmar el TPP 11, que obliga a ratificar el convenio UPOV 91 a través de la Ley Monsanto. El TPP 11 además abre paso a los cultivos transgénicos para el mercado interno y ataja cualquier legislación que pretenda recuperar nuestras semillas, plantas, árboles y fortalecer la agroecología aprendiendo de la sabiduría de los campesinos, campesinas y pueblos originarios.
¿Qué futuro les espera a nuestros niños? ¡No vamos a comer celulares ni pino ni eucalipto! Necesitamos urgente un cambio de paradigma, para contar con alimentos sanos y seguros producidos a través de la agroecología, que puedan estar disponibles para todos y todas.
En el marco del Coloquio Alimentando la Cultura realizado en Santiago de Chile el 20 de enero de 2018, Slow Food Chile, RAP-Chile (Red de Acción en Plaguicidas), Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri) y Fundación Educación Popular en Salud (EPES) hacemos un llamado a reaccionar y unir fuerzas en el campo y la ciudad, a presionar por la prohibición del uso de plaguicidas altamente peligrosos e iniciar una necesaria transición hacia una nueva forma de producir y consumir alimentos.
Seamos ciudadanos y ciudadanas más justos, más respetuosos del ambiente y de las personas, pensemos en las futuras generaciones y reconozcamos el rol insustituible de la agricultura familiar campesina y en especial de las mujeres, en la búsqueda de una soberanía alimentaria.
Como organizaciones, que desde hace tiempo venimos alertando sobre la necesidad imperiosa de resguardar la soberanía alimentaria ante la peligrosa embestida del capital que ha monopolizado la producción alimentaria, no cesaremos en el esfuerzo.