El pueblo Yagán se encuentra en un proceso de revitalización de su cultura, con una generación con un fuerte sentido de pertenencia del territorio, orgullosa de su cultura y cosmovisión, en medio de la amenaza de la instalación de la industria salmonera en su territorio ancestral.
Por Isabel Diaz Medina
Periodista de Ecocéanos News
La Comunidad Indígena Yagán Bahía Mejillones realizó un viaje de 3.600 km. desde Puerto Williams a Santiago de Chile para presentar el 8 de abril ante la Comisión de Medio Ambiente y Bienes Nacionales del Senado antecedentes para detener la expansión de la industria salmonera en su ancestral territorio ubicado en la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, Región de Magallanes y Antártica chilena.
Luego de esa sesión, María Luisa Muñoz Manquemilla, integrante de esa comunidad indígena, se reunió con el Centro Ecocéanos para compartir información y dar una entrevista al informativo Ecocéanos News.
En la ocasión, María Luisa reiteró la denuncia respecto a que sin consulta indígena y en medio de una serie de ilegalidades, la empresa Nova Austral, de capitales noruegos y norteamericanos, se encuentra en pleno proceso de instalación de sus centros de cultivo de salmón en una de las zonas más prístinas del planeta.
– ¿Cuáles fueron los planteamiento y demandas de la comunidad Yagán ante el Senado chileno?
– Ante la comisión del Senado, denunciamos la no realización de la consulta indígena establecida en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), y que, por tanto, la solicitud de concesiones de la empresa Nova Austral ha estado viciada desde un principio. El Estado chileno ha permitido que las empresas se instalen, sin importar los procedimientos legales.
Cuatro son las concesiones para la salmonicultura ubicadas en el Canal Beagle, bordeando la Isla Navarino, que son operadas por Nova Austral. Tres van a entrar en operación, y una cuarta se encuentra en la última etapa del proceso de evaluación ambiental, que es la más grande, con 23 hectáreas.
En 2014, la compañía enfrentó un proceso sancionatorio por parte de la Superintendencia de Medio Ambiente (SMA) por vulnerar normativas ambientales en otras concesiones. Contra la salmonera pesan además cuatro denuncias presentadas el 2018, ante el mismo organismo público, por operar fuera del área concesionada, duplicar la cantidad de instalaciones autorizadas y generar condiciones anaeróbicas en el agua.
Todas sus concesiones presentaron proyectos de ampliación de la biomasa, sin ni siquiera entrar en operaciones. El Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA) recibió los informes de la empresa mal hechos, sin estudios de capacidad carga, ni del fondo marino. Además, no era un documento formal, sino preliminar, y no hay observaciones de ningún organismo público.
Demandamos caducar tanto las concesiones como los permisos ambientales en el Canal Beagle. La empresa Nova Austral insiste en afirmar que en su proceso productivo no utiliza antibióticos, que no se han registrado escape de salmones y no han detectado presencia de virus ISA en sus centros de cultivo. Pero todo es mentira.
-¿Cuándo y cómo surge la movilización de la comunidad en Puerto Williams en contra de la industria del salmón?
-En enero de este año empezamos a movilizarnos alertados por embarcaciones, que -para evitar manifestaciones- arribaban de noche a Puerto Williams. Al pueblo Yagán se adhirieron muchas personas que conocen del impacto negativo de la industria salmonera en los territorios donde operan, algunas han vivido en Chiloé.
La comunidad de Puerto Williams es muy pequeña, pero se organizó un grupo humano bastante potente que logró instalar la demanda en contra de la salmonicultura a nivel regional, nacional e internacional. Somos un pueblo minoritario, y nos subestimaron porque pensaron que íbamos a hacer una pataleta, pero fue una movilización potente.
Como pueblo Yagán tenemos la responsabilidad de defender nuestro territorio. Las salmoneras pretenden instalarse en nuestro territorio ancestral. No al lado. Sabemos lo que generó esta industria en Chiloé, lo que está pasando en Aysén y no queremos que se repita el desastre ambiental y sanitario en Magallanes. El Estado chileno ha invertido muchos recursos para potenciar el turismo en la Región de Magallanes, y la industria salmonera no es compatible con el desarrollo del turismo, con la pesca artesanal, ni con los pueblos indígenas.
-¿Cómo ha sido la relación con el Estado chileno?
– La comunidad Yagán ha estado abierta a trabajar con el Estado chileno, que siempre habla de la buena fe. Sin embargo, no ha existido buena fe de parte del Estado. Primero, porque debió haber exigido a la empresa Nova Austral la aplicación del Convenio 169 de consulta indígena. Todo se alineó para favorecer a las empresas y perjudicar a nuestro pueblo. La postura de la comunidad Yagán es que no se instalen salmoneras en ninguna parte. Si no consideran nuestra demanda, recurriremos a otras instancias, porque el Estado está vulnerando convenios y tratados internacionales ratificados por Chile.
– ¿El despertar de las comunidades ancestrales, Yagán y Kawésqar, por la defensa del territorio marca un nuevo periodo?
– Estamos en un proceso de revitalización de nuestra cultura como pueblo Yagán. Efectivamente, marca un nuevo periodo y muestra una nueva generación con un fuerte sentido de pertenencia con el territorio, orgullosa de su cultura y cosmovisión. Las mujeres se empoderan de estas luchas. Es parte de la identidad de los pueblos indígenas, que la mujer sea la preservadora de la cultura ancestral, transmisora de saberes.
El pueblo Yagán tiene mucha historia en los canales y costas de Tierra del Fuego, y el archipiélago del Cabo de Hornos. Especialmente donde se quieren instalar las salmoneras. Esto es por la potente conexión ancestral que tenemos con el mar. Muchas familias viven de la pesca artesanal. La llegada de una industria destructiva en nuestro territorio, que no piensa en nada, sólo en su negocio, va a afectar el trabajo de nuestra gente. La salmonicultura, además, es un problema social y cultural que afecta las formas de vida.
– ¿La visita de los reyes noruegos fue el detonador de la creciente movilización en Puerto Williams?
– Si, fue un detonador. El pueblo Yagán ya había empezado a despertar, pero al enterarnos de la visita a Chile de los reyes de Noruega y que Nova Austral era una empresa de capitales noruegos, nos empezamos a organizar para realizar una movilización pacífica.
Dentro del itinerario de los reyes estaba visitar la comunidad de Villa Ukika. Allí la abuela Cristina Calderón fue muy enfática en decirle a los reyes que no eran bienvenidos en nuestro territorio. La abuela, hablante nativa del pueblo Yagán, les dijo que estaba en contra de industria salmonera porque sus hijos vivían de la centolla. El territorio Yagán en Puerto Williams es área de desarrollo indígena, lo que implica el cuidado de los espacio ancestrales.
– ¿Cómo pueblo Yagán tienen comunicación con las comunidades indígenas en Noruega?
– El pueblo Sami nos envió un saludo de apoyo a nuestra lucha contra la salmonicultura, en medio de la visita de los reyes noruegos a Chile. Nuestro movimiento de lucha se está fortaleciendo, las alianzas son muy importantes. Hace poco participamos en el Encuentro de 100 Mujeres Indígenas Líderes y nos dimos cuenta de otras realidades. El problema no sólo son las salmoneras. Está la ley Monsanto, la minería, la privatización y contaminación de las aguas. Es todo. Los pueblos indígenas del mundo se van a unir.
Fuimos al Congreso en Santiago a presentar nuestras demandas, pero sabemos que eso no es suficiente. Necesitamos efectuar acciones.
Argentina descartó abrirle las puertas a las salmoneras, pero en Chile se están instalando. ¿Para qué sirve que un lado diga no y otro permita la expansión, si estamos ante un problema binacional? Tenemos el apoyo del pueblo Yagán en Argentina, con quienes somos familia. El territorio no tenía límites, no había frontera (…) el Canal Beagle no tiene fronteras, el mar no tiene fronteras.
– El centro de la nueva fase de expansión de la industria salmonera es toda el área Subantártica…
-Estamos viendo ese tema. La industria pretende instalarse muy cerca de la Antártica. Si ocurre un escape de salmones no va a quedar absolutamente nada, ya que los salmones de cultivo son especies introducidas, predadoras muy voraces.
Puerto Williams tiene muchos títulos: Reserva de la Biosfera, puerta de entrada a la Antártida. Es categorizada como el lugar más prístino del mundo, con el agua dulce más pura. Es una zona de interés turístico, con tres parques nacionales dentro del área. Pero esto no sirvió para frenar la llegada de la industria salmonera.
Estamos decepcionados del actuar del Estado, ya que por una lado promueve la sustentabilidad, con ciertas acciones, tales como eliminar la bolsita plástica del supermercado, mientras la ministra de Medio Ambiente llama a ducharse en tres minutos para cuidar el agua, y por otro lado se contamina el mar, ¿Será porque el fondo marino no es visible?
Hablamos desde el sentido común. Tratamos de inculcarle a nuestros niños la importancia de proteger el medioambiente. Tenemos sellos verdes por todos lados, pero ¿De qué sirven, si estamos destruyendo un ecosistema completo?. No sé si están conscientes de eso.
-Si están conscientes, pero prima el interés económico y geopolítico. Noruega y Chile controlan casi el 80% de la producción mundial de salmones de cultivo, y proyectan aumentarla en su polo estratégico que es la Patagonia. La industria salmonera no es para producir alimentos, es para hacer dinero.
En Chile, la industria salmonera es un enclave colonial, donde produce su fase sucia, y luego exporta casi el 100% de su producción. Se están enfrentando dos visiones de mundo: La de los pueblos originarios y la de una industrial capitalista. Al final, es una lucha cultural.
– La visión capitalista hace que todo se destruya, todo se acabe. Abrimos los ojos y sentimos impotencia. Hace poco vinieron a Puerto Williams representantes de la Unión Europea, la que invierte en el país para potenciar la sustentabilidad ambiental. La representante de la UE en Chile nos pidió disculpas, pues el capitalismo arrasó con todo, lo que es contrario a la cosmovisión de los pueblos indígenas que viven en armonía con la naturaleza.
El pueblo Yagán vive en forma equilibrada con la naturaleza, que nos provee de alimentos. Sabemos lo que debemos consumir en cada época del año. Hoy, eso corre el riesgo de desaparecer. Ya no podemos navegar. Tenemos que entrar en todos los procesos y exigencias de la Armada. Mucha gente nuestra no puede hacerlo, por un tema económico.
-Lo que está ocurriendo es la fase final del proceso de genocidio de los pueblos patagónicos. Primero trataron de exterminarlos físicamente, matándolos. Ahora viene la última fase, que es silenciosa: La asimilación cultural. Existe un proyecto de ley aprobado en la Cámara de Diputados que reconoce el genocidio ocurrido contra el pueblo Selk’nam y Aónikenk, declarándolos legalmente extintos, para tener menos oposición para industrializar ese territorio. ¿Ustedes ven la conexión entre salmonicultura y genocidio?
-Sí, la vemos. Ante nuestro movimiento que se ha hecho muy mediático, empresarios de la Región de Magallanes han reaccionado con frases terribles, tales como “la industria del salmón llegó para quedarse” y “la salmonicultura es lo que hace 100 años fue la ganadería”. Buscan repetir el modelo de exterminio que ocurrió entre la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX contra los Selk´ nam.
Estamos en permanente peligro porque -además- a través de los medios de comunicación se habla mucho de la muerte de las últimas personas sobrevivientes de los pueblos indígenas patagónicos, y con ello se piensa que se extermina todo. Pero hay una generación. Están nuestros hijos (…).
Hacia fines del siglo XIX (1881-1884) la isla Grande de Tierra del Fuego fue ocupada por las grandes compañías ganaderas, mineros del oro y cazadores de mamíferos marinos. Con el fin de despoblar el territorio patagónico para establecer la cría de millones de ovejas destinadas a la exportación, los estancieros escoceses e ingleses pagaban una libra esterlina por cada Selk´nam muerto. Esto era confirmado por la presentación, de parte de los sicarios contratados, de las manos u orejas de las víctimas. Este genocidio de los pueblos patagónicos fue complementado por el proceso de asimilación cultural de mujeres, jóvenes y niños en las diversas misiones de la orden salesiana que se establecieron en la región.
– Los Estados chileno y noruego, más los empresarios, buscan eliminar la diversidad cultural en la Patagonia para instalar monocultivos de salmón. Es la versión suave del genocidio de principios de 1900. Al tener conciencia de eso ¿Cómo influye eso en la estrategia de lucha de ustedes?
-Los pueblos indígenas somos luchadores, no vamos a bajar los brazos sabiendo el desastre que puede ocurrir con la llegada de la industria del salmón a nuestro territorio. Están las nuevas generaciones, el apoyo del pueblo Yagán en Argentina, los fuertes vínculos con el pueblo Kawésqar por la defensa de mar, y con las personas que, a pesar de no ser indígenas, luchan por detener la expansión salmonera y cuidar el territorio. No estamos solos. Ustedes como Ecocéanos son un claro ejemplo de eso, y sabemos que hay muchas personas y organizaciones que son parte de esta lucha.
-¿Qué llamado harías a la ciudadanía chilena y los consumidores de salmón industrial chileno del mercado norteamericano?
– Si nos movilizamos contra la industria es porque su expansión es preocupante. La gente no debería consumir salmón por su alto contenido de antibióticos, antiparasitarios y colorantes químicos. No es un producto natural. Es un invento industrial. Los invito a que se informen sobre sus procesos de producción, y créanme que no van a querer consumir más salmón industrial. No están comiendo salmón, sino químicos.
Muchas personas dejaron de consumir pollo luego de conocer el uso de hormonas para su engorda, así como todo el proceso productivo hasta el plato. Lo mismo ya está ocurriendo con el salmón de cultivo. En Puerto Williams el consumo de salmón industrial es casi cero, porque la gente conoce sus procesos productivos.
En Magallanes, se consumen hartos productos orgánicos, las personas tienen sus propios invernaderos. Uno ni siquiera sabe hoy lo que está comiendo. Cuando se tienen hijos, uno vela porque sepan lo que están consumiendo, y sobre las enfermedades que se generan por el consumo de este tipo de productos. Además, el uso indiscriminado de antibióticos hará que cuando nos enfermemos, las bacterias sean inmunes a los tratamientos.
Más triste aún es que el Servicio Nacional de Menores y la salmonera Mowi, ex Marine Harvest, hayan firmado un convenio que incorporará salmón químico a la dieta de niñas, niños y adolescentes bajo la protección del Estado, en las residencias de la Región de Los Lagos.