«El empresariado salmonero está listo para jugar la carta de la presión política y el chantaje social, a través de la amenaza de eliminar empleos y realizar despidos masivos, en respuesta a la resistencia de las comunidades locales contra su expansión territorial».
Juan Carlos Cárdenas Núñez
Médico Veterinario
Director Ejecutivo
Centro Ecocéanos
En el debate realizado con posterioridad a la exhibición en Santiago de Chile del documental “Estado Salmonero”, el moderador preguntó a los panelistas si la disyuntiva frente a la destrucción de la biodiversidad acuática del sur de Chile era “seguir tirando piedras a los salmoneros o comenzar a golpear puertas”.
Esta pregunta instala un falso dilema que busca dividir entre “dialogantes” e “intransingentes” a la creciente y diversa resistencia de movimientos sociales regionales, comunidades locales y pueblos originarios que luchan contra la destructiva y excluyente salmo-industrialización de los territorios costeros sur-australes.
En los precisos momentos que un emergente movimiento social de características regionales, autónomos del Estado, de las empresas y partidos políticos tradicionales se coordinan con efectivas agendas propositivas en defensa de los territorios marino- costeros aparecen iniciativas que repiten lugares comunes tales como, “no queremos apuntar con el dedo”, “no hay que ser ecologistas extremos”, “somos todos chilenos y habitantes de este planeta”, “hay que proteger los empleos”, “somos una organización seria, dialogante y responsable”, “hay que dialogar con ellos, aunque no nos escuchen”, o “las críticas a la industria del salmón están basadas en mitos y falta de información científica”.
La estrategia que promueven el colaboracionismo y negacionismo ambiental de parte de las industrias cuestionadas socialmente, no es nueva. Ya fue implementada en Chile entre el 2005 y 2012 por el World Wildlife Fund (WWF) junto a la coalición empresarial Salmones de las Américas (SOTA), bajo la denominación de “Diálogos del Salmón”, cuyo objetivo central era cooptar a las ONGs y comunidades locales para involucrarlas en su estrategia de mercado basada en el establecimientos de estándares ambientales, “etiquetados ecológicos” y certificaciones impulsadas internacionalmente por el Aquaculture Stewardship Council/ WWF.
Ver: Diálogo sobre Salmonicultura presenta sus estándares ambientales y sociales
Nuevos estándares para la industria del salmón en Chile
Este primer intento de la industria salmonera transnacional para controlar la agenda de las ONGs y las comunidades costeras locales chilenas intentó excluir de la discusión los impactos laborales, sociales y sobre los pueblos originarios provocados por la expansión de esta industria durante el período 2000-2005, lo cual significó que en su primera sesión la mayoría de las ONGs chilenas presentes se retiraran del proceso.
Ver: Salmón fiasco
Dos años después del lanzamiento del “Diálogos del Salmón” ocurrió la mayor crisis sanitaria, ambiental y social que azoló al archipiélago de Chiloé entre los años 2007 y 2009, consecuencia directa de las malas prácticas de esta industria exportadora y la introducción desde Noruega del letal virus de la Anemia Infecciosa del Salmón (ISA, por sus siglas en inglés), la que inicialmente afectó a un centro de cultivo de la transnacional noruega Marine Harvest, ubicado en la isla Lemuy, Chiloé.
Esta primera mega crisis de la industria salmonera durante la última década destruyó el patrimonio sanitario marino de la Región de Los Lagos/Chiloé, generando la caída del 60% de la producción de salmón y el despido de 27.000 trabajadores, sumada a las pérdidas por 5.000 millones de dólares, todo lo cual obligó a un expedito y millonario plan de “salvataje financiero” de 450 millones de dólares, avalado por el Estado chileno.
Una vez controlados los impactos de la “crisis del virus ISA”, ingresó el denominado “Pure Salmón Campaign” -coalición de empresas salmoneras y de organizaciones de consumidores de Estados Unidos-, que impulsó la cooperación corporativa-ONGs para apoyar la expansión post-crisis del virus ISA en las regiones de Chiloé y Aysén.
La última mega crisis sanitaria, ambiental y social, provocada por los altos niveles de contaminación orgánica, sumado a los cambios climáticos y oceanográficos, desencadenó sucesivos blooms de algas nocivas y tóxicas que afectaron la isla de Chiloé durante el 2016.
La caída del 20% de la producción estimada paradójicamente elevó los precios internacionales del salmón, generando durante tres años las mayores ganancias históricas de esta industria en Chile, la que le significó ingresos por 5.000 millones de dólares el 2018.
Aprovechando el favorable escenario comercial, con el activo apoyo del Ministerio de Economía y la Corfo, la patronal Salmón Chile implementa, fuera de toda fiscalización pública, el millonario “Plan Estratégico Meso Regional Salmón Sustentable”, que busca duplicar las actuales producciones y alcanzar los 1,2 millones de toneladas anuales para exportación el 2032.
Sin embargo, los mercados internacionales están cambiando, especialmente el norteamericano, principal destino de las exportaciones de salmón desde Chile, ya que las políticas de comercio norteamericanas se vuelven más proteccionistas, mientras aumenta la demanda de los consumidores por “salmones libres de antibióticos” en particular y de químicos en general. También aumenta la atención de la opinión pública, especialmente de los jóvenes, por la desastrosa situación de los océanos, mamíferos marinos y de los ecosistemas marino-costeros de la Patagonia sudamericana y la Antártica.
Para enfrentar este nuevo escenario, la industria salmonera exportadora intenta maquillar su cuestionada imagen y credibilidad a nivel nacional e internacional, para protegerse de las campañas de boicot y/o las acusaciones de dumping ambiental, sanitario y social, a la vez que busca dividir y aislar a las comunidades locales más combativas e independientes.
Para ello se encuentra desarrollando una billonaria campaña de marketing en Estados Unidos para fortalecer su “reputación”, a través del Chilean Salmón Marketing Council con el apoyo de Ketchum Worldwide, firma de relaciones públicas, experta en manejo de crisis, la cual tiene entre sus clientes a Monsanto y empresas vinculadas al empleo de pesticidas en la agricultura en base a organismos genéticamente modificados
Ver: Lanzan en EE.UU. campaña «La Promesa de la Patagonia»
Buenas noticias para el salmón chileno en EE.UU.
PR Firm Attacks Organic Food, Then Pitches Itself to Organic Companies
Esta estrategia se complementa con el lobby para “relacionamiento comunitario” en las regiones del sur de Chile, con la cual busca obtener de las organizaciones y comunidades locales donde opera la denominada “licencia social” para ser certificadas por el Marine Stewardship Council (MSC) vinculada al WWF, y poder finalmente comercializar de manera protegida sus salmones en los mercados internacionales.
Son estos nuevos desafíos proveniente del mercado norteamericano los que explican el hecho que las empresas salmoneras comiencen a tener un discurso e implementen proyectos sociales para “restablecer confianzas” y “construir grandes acuerdos” con ONGs, comunidades locales y pueblos originarios “dialogantes”.
Esta estrategia busca imponer una cultura clientelista y de asistencialismo paternalista entre las comunidades indígenas, pesca artesanal, científicos, colegios y universidades locales, e incluso organismos gubernamentales (Ejemplo: Sename), en las regiones donde operan, de manera de enseñarles a “golpear sus puertas”.
Ver: La permanente deuda de las salmonelas: ser un buen vecino
La semana pasada se acaba de estrenar en Chile el denominado Grupo de Iniciativa Social del Salmón, integrado por las empresas pertenecientes al Global Salmón Iniciative (GSI), e impulsada por el WWF, el banco holandés Rabobank y el Consensus Building Institute. De esta manera se centraliza e institucionaliza el denominado “relacionamiento social”, lo que permite avanzar en la estrategia de cooptación de las organizaciones y movimientos sociales “díscolos”.
En lo ideológico, estas iniciativas de colaboracionismo “blando” (soft) buscan adoctrinar a las comunidades locales y ciudadanos en torno a la idea que no existiría ninguna alternativa de desarrollo económico y social para las regiones costeras del sur de Chile, sin el dominio hegemónico y control territorial de la industria salmonera transnacional.
Si esta estrategia no funciona, el empresariado salmonero está listo para jugar la carta de la presión política y el chantaje social, a través de la amenaza de eliminar empleos y realizar despidos masivos, en respuesta a la resistencia de las comunidades locales contra su expansión territorial. Ejemplo de ello es la actual “campaña del terror” que ha comenzado a llevar a cabo la salmonera de capitales noruego y norteamericano Nova Austral, la cual ha anunciado a sus trabajadores de la posible eliminación de 1.000 empleos en diciembre del 2019, si se detiene su plan de expansión territorial en Magallanes.
Para presionar al gobierno, parlamentarios regionales y al movimiento social, Nova Austral está financiando una marcha de trabajadores, transportistas y sus familias, provenientes de Punta Arenas y Porvenir, los que serán movilizados en buses y barcazas arrendadas por la empresa, para que se manifiesten en Puerto Natales.
Las organizaciones ciudadana y el movimiento social han aprendido en los últimos años sobre el valor de la autonomía, unidad y la capacidad de apoyarnos en nuestras propias fuerzas y capacidades, para avanzar en una lucha que será prolongada.
Por lo tanto, no hay que creer en los “cantos de sirena” de la industria del salmón. Sólo la movilización social da lo que el sistema neoliberal niega. Las empresas salmoneras no son nuestro interlocutor, ya que ellos son los “regulados del sistema” y, por lo tanto, sujetos del control del Estado y las organizaciones de la sociedad civil y movimientos sociales, en relación a su accionar, transparencia y cumplimiento de las leyes y regulaciones nacionales e internacionales.
Hay que ser cautos con los anuncios de supuestas “victorias ambientales”, teniendo en cuenta el actual sistema político y legislativo, hecho a la medida del empresariado nacional y las compañías transnacionales. Las experiencias de más de una década de diálogos para la colaboración entre organizaciones de la sociedad civil y las empresas salmoneras, siempre comienzan en una mesa y terminaron transando derechos en una cama.