“La impunidad que ha acompañado durante los últimos cuatro escapes masivos de salmones en la Región de Los Lagos demuestra que las regulaciones de acuicultura chilena están hechas a la medida de los intereses corporativos, y no de la protección del patrimonio marino-ambiental de la nación».
Puerto Montt, Chile, 07 de octubre, 2019 (Ecocéanos News).- El Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) decidió no denunciar por daño ambiental a la empresa Salmones Aysén, por el reciente escape de 27.400 peces desde la jaula 104 del centro de engorda Huito, en la comuna de Calbuco, región de Los Lagos. La balsa-jaula contenía un total de 32.485 peces y el centro de cultivo una biomasa de 696.000 ejemplares de salmón Coho (Oncorhynchus kisutch)
A solo cinco días del incidente ocurrido el 30 de septiembre, Sernapesca acreditó en tiempo récord que la empresa Salmón Aysén habría recuperado 4.946 ejemplares (18,05%) de los peces escapados.
Por dicha razón, Eduardo Aguilera, director regional del Sernapesca, descartó que el organismo formalice denuncias contra Salmones Aysén por presunto daño ambiental, ya que «la Ley General de Pesca y Acuicultura establece que esa presunción se determina cuando una empresa no es capaz de recuperar al menos el 10 % del salmón escapado (sic)”.
Aguilera agregó que «con estos valores preliminares, no estaríamos en condiciones de hacer una denuncia al respecto, puesto que la empresa ha superado el porcentaje que establece la ley«.
El artículo 118 de la Ley General de Pesca y Acuicultura (LGPA) indica que “se presumirá que existe daño ambiental de conformidad con la Ley Nº 19.300 si el titular del centro no recaptura como mínimo el 10% de los ejemplares en un plazo de 30 días contados desde el evento, prorrogables por una vez en los mismos términos”.
Para el director del Centro Ecocéanos, Juan Carlos Cárdenas, “la recuperación del 10% de los peces escapados es tan sólo una cifra testimonial, no proporcional a la gravedad de éstos desastres sanitario-ambientales”.
“¿Qué información científica respalda la presunción que los 13.414 ejemplares de salmones que no serán recuperados no tendrán negativos impactos sanitarios y ambientales sobre la cadena trófica y la biodiversidad marina regional?”, se pregunta la organización ciudadana.
El médico veterinario Juan Carlos Cárdenas afirmó que “la impunidad que ha acompañado durante los últimos cuatro escapes masivos de salmones en la Región de Los Lagos demuestra que las regulaciones de acuicultura chilena están hechas a la medida de los intereses corporativos, y no de la protección del patrimonio marino-ambiental de la nación. A lo anterior se suma el hecho que las Resoluciones de Calificación Ambiental (RCA) de las concesiones salmoneras no contemplan medidas de reparación, compensación y/o mitigación de los negativos impactos sanitarios y ambientales derivados de los constantes escapes masivos de salmónidos”.
Desde julio de 2018 a la fecha, han escapado en la Región de Los Lagos 854.000 ejemplares de salmones, provenientes de centros de cultivo de las empresas Mowi/Marine Harvest (700.000 ejemplares), Ventisqueros (27.000 ejemplares) y Salmones Aysén, (27.400).
Bajo la burocrática lógica de recuperar tan sólo el 10% de los peces escapados para no ser sancionados por Sernapesca, la mega industria salmonera ha introducido pasivamente 683.000 peces carnívoros exóticos durante los últimos 15 meses en los frágiles ecosistemas marinos regionales.
Estos no son hechos ocasionales como nos quiere hacer creer el Estado y la industria, ya que se estima que desde los 1.300 centros de cultivos existentes escapan anualmente un millón de salmónidos hacia ríos, estuarios, lagos y áreas marino-costeras, afectando a especies nativas como puye, pejerreyes, róbalo, sardinas, entre otros. Tal situación evidencia que al neoliberal Estado chileno no le interesa priorizar la conservación de la frágil biodiversidad nativa, sino que siempre privilegia el negocio salmonero y sus especies carnívoras y exóticas.
El salmón del Atlántico (Salmo salar) posee la capacidad de remontar ríos y estuarios, por lo que ha sido reconocida como una especie invasora en la costa oeste de Estados Unidos y Canadá.
En Chile se cuenta con evidencias sobre las interacciones de las diversas especies de salmones y truchas con la biota acuática nativa. Invasores como el salmón Chinook (Oncorhynchus tschawytscha), el salmón coho (Oncorhynchus kisutch), la trucha arcoíris (Oncorhynchus mykiss) y la trucha fario (Salmo trutta) han establecido poblaciones reproductoras naturalizadas, y que en ciertas zonas están interactúan negativamente con los peces y macroinvertebrados nativos.
Durante 1995 y 1996 investigadores encontraron que un 20% de 271 salmones escapados contenían peces nativos en sus estómagos, con un promedio de 25 pejerreyes y 40 motes por estómago de salmón
En la medida que mayores sean la frecuencia y la magnitud de los escapes masivos, mayor es la probabilidad de que un grupo de individuos alcance la cabecera de un río cercano, y encuentre zonas apropiadas para reproducirse. Repetidos escapes de salmón del Atlántico podrían vencer la resistencia ambiental, y tener como consecuencia el establecimiento de una nueva especie invasora en el país.
Lo ambientalmente catastrófico de ésta situación es que en los ríos y lagos chilenos existen 45 especies de peces nativos, de los cuales un 80% son endémicos (especies cuya distribución es exclusiva de un área geográfica), encontrándose la mayoría en la categoría de “especies amenazadas”.
Las capturas de los ejemplares de salmones escapados no son recomendable por los riesgos para la salud pública, debido a que serían una causa que posibilitaría la resistencia bacteriana a los antibióticos de usos común en medicina humana, ya que no han pasado por los protocolos de seguridad, controles de concentración de fármacos (ej. oxitetraciclina, clorfenicol), y de químicos prohibidos en los filetes de salmón, de manera de garantizar la inocuidad de este producto para el consumo humano.
Lo que sucede en Chile con los sucesivos eventos de escapes masivos de estas especies exóticas, contrasta sustancialmente con la realidad en los Estados Unidos y Canadá.
Frente al escape de 300.000 ejemplares de salmón del Atlántico desde un centro de cultivo de la transnacional canadiense Cooke Aquaculture en el área de Puget Sound, situación ocurrida en marzo del 2018, el Congreso de Washington decidió prohibir las operaciones de los centros de cultivo industrial de salmón en aguas del Pacífico norteamericano, por considerar “insoportable” sus impactos ambientales y sanitarios sobre las poblaciones de peces silvestres.
Por su parte, el gobierno de Columbia Británica decidió cerrar gradualmente 17 centros de cultivo de salmón en el archipiélago de Broughton, entre el 2019-2023, para ayudar a proteger y restaurar las poblaciones de salmón silvestre amenazadas, a la vez de brindar una mayor seguridad económica a las comunidades y los trabajadores locales..
La decisión del Congreso de Washington constituye una poderosa señal internacional, la cual tendrá en los próximos meses implicancias políticas y comerciales para el Estado chileno y su subestándar industria salmonera exportadora.
También constituye un estimulante precedente que fortalecerá las crecientes exigencias del movimiento de ciudadanos/as y de las comunidades costeras chilenas, las que luchan contra la destructiva expansión de ésta mega industria transnacional, la cual espera alcanzar una producción de 1,2 millones de toneladas anuales de salmónidos para el 2030.
Frente al actual proceso de salmo-industrialización forzado de los territorios de la Patagonia chilena, la campaña ciudadana https://www.salmonquimicofuera.cl llama a la ciudadanía de Chile, USA y Argentina a no consumir salmón de cultivo industrial, y a los chefs, restaurantes y sushi-bar a excluir el salmón de criadero.