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Una gran nave descarga miles de salmones de los centros de cultivo en una planta de procesamiento de Aqua Chile en Quellón,Chiloé.
Decenas de muertos por las peligrosas condiciones laborales, prácticas contaminantes, alteración de los estilos de vida tradicionales: la instalación de salmoneras por doquier en las costas interiores de la isla de Chiloé no ha estado exenta de problemas durante 45 años. Segunda entrega de nuestra serie sobre la industria del cultivo de salmón en Chile.
El gran barco azul, rojo y amarillo está amarrado en el muelle detrás de la planta industrial de Aqua Chile, descargando decenas de millas de salmones vivos provenientes de los cultivos cercanos.
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La gigantesca planta de proceso de salmón de Aqua Chile en Quellón, una de las más grandes de América del Sur.
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Un barco descarga salmón, mientras otra nave espera atrás. “En este momento se opera las 24 horas del día”, dijo Luis Cuevas, al explicar que el final del invierno austral y la primavera que sigue son “el período peak” para la industria del salmón en Chile.
INFOGRAFÍA LA PRENSA
El hombre representa uno de los sindicatos de trabajadores de la planta procesadora de AquaChile en la ciudad de Quellón. Es director de la federación de trabajadores salmoneros de la ciudad.
Quellón es el corazón de esta industria en la isla de Chiloé: En San Antonio, sector industrial de la ciudad,se concentran cinco plantas procesadoras.Entre ellas la de Aqua Chile, “una de las más grandes de América del Norte y del Sur” , dice el sindicalista.
Miles de trabajadores sacrifican, descabezan, destripan y lavan el pescado, que luego se envía a todo el mundo, principalmente a los Estados Unidos y Canadá.
«Es muy demandante. Hay que trabajar en el frío y la industria del salmón no es muy amigable con los trabajadores», dice Cuevas, quien muestra las instalaciones a La Presse desde la calle.En ese momento llegan dos representantes de recursos humanos de la empresa, e interrogan a Luis Cuevas sobre el motivo de su presencia con extraños cerca de la fábrica. Los dos hombres reprochan a La Presse por no haberse anunciado, antes de indicarnos que no sabían por que la dirección de la empresa no había respondido a nuestras solicitudes de visita y entrevista.
El ambiente es tenso.El sindicalista se intimida, pero ya está acostumbrado, nos dirá más adelante.
Los dos hombres, que dijeron haber pasado por casualidad mientras «iba al pueblo», vuelven ha sufrido su automóvil y dan la vuelta para regresar a la fábrica.
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Barcos de pesca tradicional amarrados en el Puerto de Quellón, isla de Chiloé. Al fondo, un barco transportando salmones cultivados que van desde las salmoneras a las plantas procesadoras.
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Luis Cuevas, director de la Federación de Trabajadores del Salmón de Quellón
El salario base en la industria del salmón paga 420.000 pesos ($597) al mes, por 45 horas de trabajo, pero puede subir a 650.000 pesos ($925) con bonos y extras, dice Luis Cuevas. Esta remuneración es significativamente inferior a la que se ofrece en la minería,-la otra industria principal de Chile-, argumentó el sindicalista.
Las mujeres ganan incluso menos, agrega, y hasta hace poco no se les permite ir al baño cuando lo necesiten. “Ahora tienen que organizarse para que la cadena productiva no se detenga”, explicó.
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Gustavo Cortés, representante sindical y presidente de la Federación de Trabajadores del Salmón de Quellón
Pero el trabajo de la fábrica no es lo peor, nos dice Gustavo Cortés, representante de uno de los sindicatos de trabajadores de la planta procesadora Río Dulce en Quellón, y presidente de la Federación de Trabajadores del Salmón de Quellón.
El trabajo en el mar,- a veces en áreas aisladas-, es aún más difícil, nos dice, especialmente para los buzos contratistas asignados para remover pescados muertos de las redes, y mantener la infraestructura submarina.
En los últimos 18 años, 44 buzos que trabajaron en la industria del salmón han muerto, según la industria, mientras que sindicatos y grupos ambientalistas señalan 72 muertes, incluidos otros trabajadores.
Esto es sin contar a los trabajadores que no mueren en accidentes, pero que sufren y conservan secuelas permanentes, lamenta el Sr. Cortés.
La tragedia más reciente ocurrió en agosto pasado; Una joven mujer buzo murió en una instalación de cultivo de salmón en la Región de Magallanes, y dos de sus compañeros resultaron gravemente heridos.
Las numerosas pérdidas de vidas en la multimillonaria industria salmonera de Chile han llevado a la organización Centro Ecoceanos a organizar una campaña de boicot en Estados Unidos, el principal mercado de exportación de Chile. Una campaña llamada “Salmones de sangre”, en referencia a los diamantes de sangre que han alimentado las guerras mortales en África.
“Necesitamos que [los consumidores puedan] diferenciar el salmón de Chile de otros lugares”, explicó Juan Carlos Cárdenas, integrante de la organización y médico veterinario especialista en mamíferos marinos de la Universidad de Chile.
Uno de los grandes miedos de las empresas es que se sepa en casa cómo están las cosas. Luis Cuevas, director de la Federación de Trabajadores del Salmón de Quellón
“Hubo 72 muertos y ninguna empresa fue sancionada”, señala con indignación Juan Carlos Cárdenas. La vida de los trabajadores vale menos que la del salmón. »
La industria «lamenta profundamente» la pérdida de vidas y está trabajando para reducirla, dice Mónica Cortés, gerente de asuntos legales del Consejo del Salmón de Chile, el único representante de la industria que accedió a responder preguntas de La Presse.
Sin embargo, argumentó que los buzos trabajan para subcontratistas y, por lo tanto, pueden ofrecer sus servicios a distintos productores de salmón sin respetar los períodos de descanso requeridos entre dos inmersiones.
Las cinco empresas miembros del Consejo del Salmon tendrán un registro común en agosto de 2021 para evitar este tipo de situaciones, pero estas empresas representan a parte ínfima de la industria.
“Nosotros no podemos obligar a las [otras] empresas a que hagan un registro, indica la señora Cortés, tiene que salir de las autoridades. »
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Arsenia Cumin Nawelkin cosecha mariscos en la orilla de Queilén.
Los mariscos no son tan abundantes como antes, por que las salmoneras se han multiplicado, piensan los habitantes de Chiloé. “Cada vez hay menos”, apunta Arsenia Cumin Nawelkin, quien de madrugada y bajo una ligera llovizna, en la orilla de Queilén, recoge mejillones, navajas y almejas con su amiga Lidia Cárdenas.
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Lidia Cárdenas y Arsenia Cumin Nawelkin
Estas mariscadoras ,- mujeres que cosechan los mariscos-, son cada vez menos, precisan las dos mujeres, quienes se disponían a preparar empanadas a partir de su cosecha.
“Tenemos cuidado de hervirlos bien. De cocinarlos bien”, señalan preocupadas por la contaminación que generará la industria salmonera. “Los centros de cultivo se han instalado en bancos naturales de mariscos.Están muy cerca del borde de la costa”, señala Clara Chiguay Teiguel, líder espiritual de la comunidad indígena mapuche Kechalen de Queilén.
Los españoles nos colonizaron en nuestra tierra.La industria del salmón está haciendo lo mismo en el mar.Jaime Velasquez, presidente de la comunidad Kechalen de Queilén
“Nuestro objetivo es recuperar tierras para recuperar nuestros saberes y saberes ancestrales”, explicó el cacique, ataviado con un chiñeto, una diadema con una estrella de siete puntas, que representa siete elementos de la naturaleza.
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Vista de Nercón, cerca de Castro
Los chilotes de pronto tomaron conciencia del impacto de la industria del salmón en la isla durante la gigantesca «marea roja» de algas tóxicas del 2016, la que causó la muerte de miles de toneladas de peces, mariscos, incluyendo mamíferos marinos, y que paralizó la isla de Chiloé por meses. “Fue como una bomba”, recuerda Juan Carlos Viveros, coordinador de la organización cívica Defendamos Chiloé.
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Lobo marino común muerto y varado en una playa de la isla de Chiloé en 2016 a raíz de la «marea roja» de algas tóxicas.
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Miles de mariscos fueron arrojados a playa de Cucao en 2016 durante el episodio de la marea roja.
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Protesta en 2016 de pescadores que perdieron su sustento a causa de la marea roja, los que bloquearon el acceso a la isla de Chiloé para presionar al gobierno por una compensación.
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Otra manifestación popular en 2016, en Ancud, tras el desastre ambiental. En el cartel de la derecha señala: “Fuera de las salmoneras”.
La parálisis que provocó la marea roja, generó el enojo popular, en particular de los pescadores que quedaron privados de su medio de sustento, pero también de la población en general, indignada ante este desastre ambiental.
“Francia tuvo el Mayo del 68. Aquí fue el mayo Chilote del 2016”, ilustró Viveros, quien habla sin titubeos de “la revuelta más importante de la historia del sur de Chile”.
Ese fue en ese momento que Greenpeace vino a investigar la industria del salmón, dijo Estefanía González, coordinadora de campaña de la organización en Chile.
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Estefanía González, coordinadora de Greenpeace en Chile
Yo estaba allí, todo estaba muerto en la playa: peces, cangrejos, pájaros, delfines; había tantos que ni siquiera pudimos enumerarlos a todos.
Estefanía González, coordinadora de Greenpeace Chile
También rechaza las afirmaciones de la industria, que atribuyen al clima climático y al fenómeno climático El Niño este desastre ecológico.“Ningún científico fue a Chiloé a tomar una muestra de agua”, y asegura que mayores fueron los residuos orgánicos generados por la industria, los que se multiplicarán por la magnitud del brote de algas tóxicas.
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Juan Carlos Viveros, coordinador de Defendamos Chiloé
La situación no ha mejorado mucho desde 2016, lamentó Juan Carlos Viveros.
“Se han producido varios hechos: fuga de peces,pérdidas de pintura y de aceite, naufragios”, enumera Viveros.
“El problema es que el Estado es pro-salmón; él anima a la industria”, lamentó el economista que antes trabajó para el Municipio de Ancud. Su participación en la lucha contra la industria salmonera le costó su trabajo, al igual que su matrimonio, dice.
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Centro de cultivo de salmón de la empresa Yadran, cerca de Queilén
Estefanía González hace esta observación: Se lamenta que mientras las autoridades ambientales “empiezan a hacer su trabajo”, el gobierno se doblega ante la industria.
Lo que vemos es solo la punta del iceberg. Si el Estado tuviera los medios, habría más escándalos. Estefanía González, de Greenpeace Chile
Organizaciones ambientales y cívicas, así como sindicatos de pescadores, señalan en relación a la expansión de la industria del cultivo del salmón, el que se retiren de los parques nacionales sin compensación, y que se revoquen los permisos a las empresas que atentan contra el medio ambiente.
“Tenemos excelentes peces nativos aquí, así que si queremos desarrollar la pesquería. Esa debería ser una opción”, sugiere González.
Juan Carlos Viveros señala que los mejillones abundan en la isla de Chiloé, lo que representa una buena oportunidad. “Chiloé podría ser el principal productor mundial de mejillones”, exclamó medio en broma. ¡Esta es la prueba de que el capitalismo no funciona! »
Número de salmones muertos cada día en las cinco plantas procesadoras del sector San Antonio de Quellón, en esta época del año
FUENTE: FEDERACIÓN DE TRABAJADORES DEL SALMÓN DE QUELLÓN